dimarts, 26 d’octubre del 2010

LA EXPANSIÓN EN EL MEDITERRÁNEO

El imperio romano. El mundo helenístico a fines del siglo III a. C. Causas de la Segunda Guerra Macedónica: su desarrollo. La guerra contra Antíoco. La paz de Apamea. La nueva situación en el mundo Helenístico. La Tercera Guerra Macedónica: Corinto y el fin de la independencia griega. Las conquistas en la Península Ibérica.

El imperio romano
La característica fundamental que va desde la derrota de Aníbal en el 202 en Zama y el correspondiente tratado de Roma con Cartago, y los siguientes años hasta el 146, están constituidos por una activa política exterior de Roma, que va a traer muchas consecuencias para el mundo romano en particular y para el Mediterráneo en general; provocaron la anexión de gran parte del mundo conocido (Ecúmene), con algunas excepciones y la transformación en el plano interior de la organización romana que empieza a convertirse en una República Imperial, en consecuencia estos años son clave, son dos fenómenos relacionados.
En la historiografía moderna, a la hora de contextualizar el periodo, se ve envuelto en discusiones sobre la adecuación de determinados términos.
La tradición literaria clásica, sólo conoce un término para estos procesos de expansión Hegemon, un término con una clara connotación expansionista, pero con la excepción de que no es una anexión territorial plena.
Este término es inapropiado para el expansionismo romano.
La historiografía moderna utiliza el término de Imperialismo que aparece a fin del siglo XIX que deriva de Imperium, pero que en realidad no tiene nada que ver. Tiene implicaciones de índole distinta aunque deriva de la misma raíz. La utilización de este término plantea problemas de carácter conceptual, tiene una gran variedad de significados, la acepción de este término es diferente para la realidad histórica romana.
La solución viene dada por el propio Polibio, cuando comienza a realizar su historia, se traza como objetivo como una ciudad ha llegado a ser dueña del mundo y utiliza, en griego, una perífrasis que puede ser asimilable a nuestro concepto de imperialismo actual, Roma intenta la Epibole ton hollon, traducido es el dominio de todo lo demás, pero un dominio que tiene no sólo una connotación política (como tenía hegemonía) sino también de explotación económica. Así esta perífrasis que utiliza Polibio cuando redacta su obra explica como Roma ha conquistado el mundo. Tiene una analogía en líneas generales bastante parecido a nuestro imperialismo.
En cualquier caso al margen del problema conceptual, el Imperialismo romano ha suscitado dos debates en la historiografía del periodo entre Zama y la destrucción de Cartago−Corinto, dos problemas que se centran en el análisis de cuándo se puede hablar de Imperialismo romano y el análisis de sus causas, que están presentes desde el siglo XIX.
El problema del cuando: el punto de partida está constituido por el balance historiográfico de Teodoro Mommsen, sobre bases de método moderno pese a su historicismo. Considera que no se puede hablar de Imperialismo romano con anterioridad a la tercera Guerra Macedónica que termina con la derrota en el 167 en Pidna de los macedónicos; hasta entonces los romanos habían luchado en defensa propia, a partir de entonces si se puede hablar de Imperialismo romano, con anterioridad Roma se había defendido. Es una visión criticable, no sólo por el historicismo, sino por la propia realidad de los hechos.
Cuando Polibio lo desarrolla hace un planteamiento diferente, alude a que no sólo se estaba luchando por la supervivencia, la segunda guerra púnica no es defensiva, ni para Roma ni para los púnicos, sino que se estaba luchando por el dominio mundial, es Imperialismo.
En consecuencia la visión de Mommsen debe ser rechazada, no se puede fijar en Pidna el Imperialismo romano, hoy es insostenible.
El problema de las causas: en la historiografía moderna (Mommsen), se partía de una reproducción de la teoría latina según la cual los romanos han combatido en una guerra justa hasta la batalla de Pidna, con posterioridad la avaricia, la corrupción, la pérdida de las tradiciones romanas, han generado una política imperialista condicionada por la práctica de la clase privilegiada romana. Hasta Pidna los romanos se han quedado anclados en las tradiciones romanas, pero por factores de índole político−moral, por culpa de la élite, hay un cambio.
Esta visión que se ve en Mommsen, es también cuestionable y discutible, remite a la tradición literaria. Hoy día el planteamiento difiere, el Imperialismo romano sólo es explicable desde un punto de vista sociológico, lo que se puede ver en Harris, pero evitando al mismo tiempo reproducir en el pasado procesos imperialistas del siglo XIX y XX.
Roma se ha ido conformando en una Roma militarizada en todos lo planos, desde los sectores más básicos de la sociedad hasta la élite social, la cual hace de la guerra un medio para desarrollar su propia cultura política, a fin de la República cualquier noble romano tenía la necesidad de acumular tres fortunas: carrera política, clientela militar, vivir como noble. Así la guerra forma parte de la cultura romana, se ejerce la magistratura como gratuita y se necesita para ello grandes fortunas. Esta sociología afecta a todos los sectores de la población, existe una cultura que impregna a toda la comunidad cívica. La sociedad vive de la guerra y vive para la guerra.

El mundo helenístico a fines del siglo III a. C.
El punto de partida para entender la secuencia de los acontecimientos es el de la realidad socio−política de Grecia−Anatolia, Nilo, costa Siro−Palestina, y territorio periférico del Egeo. A partir de la muerte de Alejandro se producen continuos enfrentamientos entre los diadocos, (sucesores de Alejandro) que ha generado a fin del siglo III la creación de un mundo fragmentado en el que destaca la existencia de tres grandes reinos helenísticos derivados de la fragmentación del Imperio de Alejandro:
Imperio de Tolomeo o Lágida: que abarca la totalidad del Nilo con proyecciones hacia territorio Libio, una zona agraria con centros urbanos en la línea costera y con pretensión de consolidar el territorio en la zona de la costa Sirio−Palestina.
Reino Seleúcida: que puede considerarse como Reino helenístico en Asia, con pretensiones mediterráneas y que se ve enfrentado con Tolomeo en la costa Sirio−Palestina.
Reino Macedónico: la zona septentrional de Grecia con capital en Pella, con pretensión expansiva en los estrechos, la Propontide que permite controlar los recursos que pasan hacia el mar Negro.
Después hay un conjunto de ciudades−estado, en una situación de inestabilidad política por los conflictos internos. En la Grecia insular hay que destacar la influencia de los estados helenísticos que controlan las rutas comerciales, destaca por su independencia Creta y Rodas. Rodas es el puerto franco del Mediterráneo oriental hasta Pidna (167), después pasa a Delos.
Además hay que destacar la existencia en el Mediterráneo griego de confederaciones de ciudades que han generado lo que se conoce como liga de ciudades helenísticas, las dos grandes ligas se ubican en el Peloponeso la Liga Aquea, y en la Grecia central la Liga Etolia.
Finalmente en el ámbito de la península anatólica un conjunto de reinos de menor importancia, entre los que hay que destacar el Reino de Pérgamo, en contraste con Alejandría este reino tenía una gran importancia comercial y cultural, el Reino de Bitinia, el Reino del Ponto y del Reino de Capadocia.
En este contexto de fragmentación política con crisis social interior, se van a producir una infinidad de conflictos militares que surgen entre las ligas y reinos, lo que propiciará una crisis en el Egeo sobre el que se proyecta el ejército romano.
Entre los conflictos que se desarrollan en estos últimos años del siglo III, hay que destacar:
Conflictos internos que enfrentan a la Liga Aquea (zona septentrional del Peloponeso) contra la ciudad de Esparta que ha perdido Mesenia y en consecuencia tenían problemas de conflictividad interna. Este conflicto que se genera por problemas de expansión territorial se materializa en los años entre 225 y 222. Es la guerra cleoménica, por Cleomenes, un rey espartano que intenta hacer frente a los problemas que termina con la derrota de Esparta con la batalla de Selasia.
Otro conflicto es el que enfrenta a la liga Aquea contra la Liga Etolia, un conflicto con los mismos
condicionantes, las pautas territoriales, que se desarrolla poco después de la anterior, entre 220−218, un conflicto que a la postre termina en estatus quo sin vencedores ni vencidos.
También existen conflictos en la costa Sirio−Palestina, territorio estratégico durante la Antigüedad porque en esta zona se enfrentan grandes Imperios como el mesopotámico o el persa. En el contexto de fin del siglo III, el conflicto emerge por el deseo del Reino Seleúcida, que se extiende por Persia, de consolidar una cabeza de puente anexionándose este territorio vinculado al mundo fenicio (Tiro, Sidón, Beritos, etc) y al mundo judío en el interior. El conflicto se desarrolla entre Seleúcidas y Lágidas. Estos conflictos van a tener una primera manifestación cuando Antioco III suba al poder e intente anexionarse y finalmente sea derrotado en la batalla por los Lágidas.

Causas de la Segunda Guerra Macedónica: su desarrollo
El conflicto fundamental que propicia la intervención de Roma está constituido por la primera guerra macedónica, en el mismo contexto de la segunda guerra púnica entre 215 y 205. Con anterioridad Roma ha tenido pretensiones de saltar al Adriático (protectorado en Iliria) pero era una intervención menor. Pero en el 215 en el contexto de la universalización del conflicto se produce el enfrentamiento. El pacto entre Filipo V de Macedonia y Annibal. La guerra va a concluir en la llamada paz de Phoiniké que cierra el conflicto pero en las cláusulas que se contemplan se establece una salvaguarda de determinados estados griegos que pasan a ser considerados como aliados adscritos a Roma, entre ellos se encuentran algunos reinos helenísticos como Pérgamo, Rodas y otra serie de ciudades entre las que destaca Esparta, Atenas o Mesenia que sienten la presión de los Estados helenísticos por lo que se alían a Roma.
En este contexto, la paz, es en el que debe enmarcarse la intervención de Roma tras la segunda guerra púnica.
Dos años después las legiones se proyectan hacia el mundo griego ya que en el 200 comienza la segunda guerra macedónica. Las legiones que conquistan Cartago son las que irán a la guerra macedónica.
Ha constituido un acontecimiento importante en el Imperialismo romano. En la base de toda la discusión existe una frágil documentación, está constituida por Apiano, Tito Livio y por fragmentos de Polibio. La secuencia de los acontecimientos difiere, hay un tipo de información sesgada por el posicionamiento de los diferentes autores, una relación casuística diferente.
Las visiones que se han ofrecido sobre el desarrollo del conflicto se centran en las cláusulas del tratado de Phoiniké y los aliados. Filipo de Macedonia acuerda con Antíoco III (seleúcida) en el 204 una entente de distribución de zonas de influencia en el Mediterráneo oriental aprovechando la minoría de edad de Tolomeo V, el acuerdo implica que:
Los seleúcidas se proyectarán hacia Sirio−Palestina y después hacia el valle del Nilo.
Los macedónicos se proyectarán hacia el mundo de las Grecia continental y hacia otra zona estratégica, Tracia y en consecuencia hacia el espacio del mar Negro.
En esta situación se propicia la intervención romana que utiliza como pretexto de una de las cláusulas de la paz, la protección de los aliados: Rodas, ciudades griegas, Pérgamo y ciudades del sur del Peloponeso.
Estos acontecimientos han generado diferentes visiones:
Quienes son partidarios de la guerra justa y defensiva, valoran la alianza implícita en la paz que permite a los romanos defender a estos pequeños estados y ciudades. En consecuencia habrían llevado una guerra justa por los socci adscripti, implícita en Tito Livio y Mommsen.
La guerra preventiva también está en otros partidarios, para evitar la formación de un sistema de alianzas sólido que aglutina del Reino Macedónico y Seleucida.
Estas visiones que se mantienen por la historiografía de corte historicista y que remite en gran medida a la tradición clásica hoy en día son insuficientes para explicar el intervencionismo romano en el mundo oriental.
Hay que volver de nuevo a la sociología romana que está transformada en el siglo III. Existe una nueva sociología que afecta a toda la sociedad, que se militariza y vive para la guerra, desde la élite aristocrática hasta la plebe hacen de la guerra una profesión, la aristocracia necesita de la guerra para su carrera política y los demás el enriquecimiento del botín.
La segunda guerra macedónica (200−197), concluye en la batalla de Cinoscéfalos, favorable a las legiones romanas. Las consecuencias son, la cláusula que afectan al Reino Macedónico que tenía que pagar una ingente indemnización (1.000 talentos de oro), y que además pierde parte de su potencial militar. La consecuencia para el resto del mundo griego será la intervención directa de Roma en los asuntos griegos, mediante la aparición de una Roma liberadora de Grecia ante los Reinos helenísticos que intentan controlarla, y un hecho emblemático de esta actitud propagandística se produce en el 196 cuando Flaminio proclame la libertad de los griegos y los juegos istmitos, esto quiere decir la garantía de la independencia.

La guerra contra Antíoco
En los años posteriores nos encontramos con una situación compleja donde los conflictos persisten y las alianzas entre los reinos se consolidan, así se crea el clima oportuno para el enfrentamiento de Roma contra el Reino Seleúcida. Aquí también está la misma problemática, los seleúcidas intentan aprovechar la crisis del Reino Lágida para proyectarse hacia la costa Sirio−Palestina, hacia el Nilo y las ciudades de la península anatólica, e incluso hacia la propia Grecia (191).
En el 192 Antíoco III invade Grecia y ésta presencia va a provocar la declaración de guerra por parte de Roma en un conflicto que dura entre 191 y 188. En un primer momento las tropas romanas derrotan a Antíoco III en las Termópilas en 191 y después la guerra se traslada a Asia Menor, con la derrota definitiva en Magnesia (188) tras la cual se firma la paz de Apamea, con las mismas consecuencias que antes, la riqueza circula hacia Roma (15.000 talentos de plata).
Roma crea una situación que le beneficia por la fragmentación del poder, se obliga a los Seleúcidas a abandonar el Mediterráneo sin poder sobrepasar el río Halis, el límite del Ecúmene.

La nueva situación en el Mundo Helenístico
La guerra contra Filipo y contra Antíoco propicia la consolidación de la influencia romana en el Egeo. La situación que ahora se crea se caracteriza por la enorme fragmentación de poder político, de las relaciones que subsiste en el Mediterráneo oriental bajo la hegemonía de Roma.
Los años posteriores a la paz, generan conflictos que a la postre propician la intervención de Roma y la anexión territorial:
Los Reinos de Pérgamo y Rodas, intentan consolidar su influencia en el contexto de los apoyos que Roma le presta.
En Grecia la proclamación de la libertad no constituye ninguna solución para la situación de conflictividad interna y en los años posteriores surgen los conflictos entre las ciudades griegas y las grandes ligas del Peloponeso y Grecia central (liga etolia − antirromana y liga aquea − filorromana).
En Macedonia hay una situación de recuperación permitida por Roma que se basa en la explotación de las minas macedónicas y una recuperación económica que permite la tendencia expansionista hacia los territorios periféricos como Tracia y Grecia septentrional.

La III Guerra Macedónica: Corinto y el fin de la independencia griega
Un mundo que desemboca en la Tercera Guerra Macedónica, producto de la recuperación del mundo
macedónico, y también del ascenso al trono, tras la muerte de Filipo V en el 179, de Perseo (antirromano) que significa la recuperación macedónica a través de la dinámica anterior.
El conflicto concluye con victoria romana en Pidna entre el 168−167, Emilio Paulo derrota definitivamente a la falange macedónica. Esto propicia una transformación sustancial de la realidad del Egeo, donde se produce una tendencia hacia el control directo por Roma que se materializa a partir del 146 pero que ya se adivina en la política romana tras la victoria de Pidna.
Se va a proceder a disolver los reinos de Macedonia y de Lépiro en una serie de distritos internos (Macedonia 4) controlados por parte de Roma, a parte de la indemnización y esclavización (150.000) que inundan los mercados, de esta manera, la riqueza sigue circulando hacia Roma.
En el Mediterráneo oriental se ha visto como Roma interviene para defender a los socios, lo que provoca una desestabilización enorme (Antíoco y Filipo), con la consecuente circulación de riqueza hacia Roma y el debilitamiento de los mismos, y por último en el 146 tras la destrucción de Corinto se produce la anexión de Grecia.

Las conquistas en la P. Ibérica: las guerras celtíberas y lusitanas
En el Mediterráneo occidental, los años posteriores a la guerra púnica, propician las preferencias anexionistas en el mundo occidental. Esto está constituido por los avances territoriales en la Península Ibérica, primero hacia la línea del Guadalquivir (en la segunda guerra púnica) y después la penetración por el valle del Ebro (siglo II inicial) con el salto hacia el Guadiana y el enfrentamiento entre lusitanos y celtíberos y su posterior anexión que tenían un acto definitivo en el 197 creando dos circunscripciones administrativas, las provincias Citerior y Ulterior, desde Cástulo a Toledo la línea divisoria. Tenemos una información pormenorizada de Tito Livio de los recursos que se saca de Hispania y queda expresado en una frase de Marcio Porcio Catón la guerra se alimenta así misma, la dependencia como práctica Imperialista romana.

La Tercera Guerra Púnica y el fin de Cartago
Por último el Mediterráneo central, Cartago que se recupera, que paga la indemnización de guerra a fin de los 90, gracias a un baluarte, el valle del Bagradas, que permite su recuperación. Roma utiliza como pretexto para intervenir, el conflicto que existe entre Cartago y el Reino de Numidia (Argelia). Concluye con Escisión que destruye Cartago y convierte el territorio en una provincia anexionada (146).
El imperialismo romano llega así a su etapa madura, se conquistan los territorios y se organizan en provincias que son propiedad del pueblo y del Senado romano.

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